Cyber amor
Allí estaba la chica que tanto amabas; frente a ti se dibujaban, en unos frenesís dispersos, pero en un lenguaje que solo tú y ella podían entender, lo que era el amor. Qué mierda sabía ese tal Jesús de una relación, de lo que es el amor si nunca sus dedos rozaron esas palabras. El solamente había prolongado sus frustraciones con chicas pasajeras.
Qué importaba si te creían un loco al que solo le importaba estar las veinticuatro horas frente a su otro yo. Miluska había llegado con un destello de luz que ilumina una flor triste. En el peor momento de tu vida, cuando te creías abandonado en la soledad. Días y noches sin dormir hablando con ella, conociéndose en ese otro. Ya no importaba nada. Ir a trabajar ya no tenia sentido, salir con tus amigos, para qué, las mismas conversas, todo era igual y tu viejo, cada vez lo sentías ajeno a tu mundo de promesas y ensueños.
Cuando te preguntaba qué hacías tantas horas ahí, tú lanzabas una risa de costado, inclinando la cabeza solo atinabas a seguirle la corriente. Pobre viejo, llegabas a decir. Miluska y tú tenían planes para casarse. Tú acabarías la carrera de derecho y ella seria una gran modelo, de esas que se ven en las revistas y mandarías a la mierda todo este mundo que conspira contra los sueños, el tuyo y el de ella. De eso y muchas cosas más estában seguros Miluska y tú. ¡Aaaah… Miluska! Su sola palabra embriagaba tus noches de insomnio. Era cuestión de esperar. Era el pacto secreto que los dos habían firmado sobre la pantalla que en letras rojas, la de ella, te juraba amor todos los días desde la compu de tu casa. Te largarías de acá pronto sintiendo pena por todos.
A Miluska la conocías de pies a cabeza. Sus labios tendrían el sabor de las cerezas frescas. Sí, así seria Miluska. Tenías una fotografía de ella clavada en la pared. Le hablabas a ella cerrando los ojos. Jurabas que podías sentir el latido de su corazón cuando te acercabas a su imagen. Escucharla decir te amo. Era una foto tomada de improviso en la calle. Miluska aparecía haciendo un gesto de niña engreída frente al lente del fotógrafo que, sorprendido por la belleza que se desplegaba ante su vista, sólo atinó a dejarse llevar por sus travesuras.
Y ahí esta ella, mandándote besos desde ese otro lugar, diciendo que ya no puede soportar un día más sin verte. Que está haciendo todo lo imposible para viajar a Perú lo antes posible. Que tú también debes resistir. Eso ayudará a amarnos, amor. Te quiere decir algo más. Algo donde te dice que sí. Estás seguro. Descifras en segundos lo que te escribe. Las palabras se entretejen en pausas largas ahora. No logras descifrar más el mensaje y de pronto la pantalla destella en mayúsculas que dicen te amo. Le cuentas que ya has juntado la plata para que venga a vivir contigo un tiempo, para después perderse ambos por el mundo, que tendrán muchos hijos, que la casa que los acoja estará en una colina, bajo las sombras gigantes de unos cipreses, como las viejas postales de navidad. Que verán a sus hijos correr por la casa y gritar mamá y ella aprenderá a hacerle los pasadores y todo eso que hay que aprender para ser feliz.
Tus dedos se deslizaban por la pantalla, sintiéndola viva y es un instante en que te sientes afortunado y de pronto algo pasa y abres los ojos y la computadora te dice que ya no está en línea.